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Mira, si no quieres saber como actúa el CBD en tu cuerpo, es porque no quieres

El cannabidiol, también conocido como CBD, es uno de los dos cannabinoides más abundantes en la planta del cannabis junto con el THC. Su uso ha aumentado considerablemente a lo largo de los años tras demostrarse como tiene múltiples efectos beneficiosos en nuestro cuerpo como la regulación del dolor, la ansiedad, insomnio, etc.

Su consumo se debe a que posee estos efectos terapéuticos sin causar el “subidón” del THC llamado efecto psicoactivo, responsable de alterar la percepción y el estado de ánimo. Con un origen común en la especie Cannabis sativa, los años de cultivo y la selección genética han llevado al desarrollo de dos variantes principales: el cáñamo y el cannabis. Mientras que el cannabis se caracteriza por un nivel alto de THC y un uso recreativo, el cáñamo tiene niveles muy bajos de THC (menos del 0,2%) y un contenido alto de CBD, ideal para usos industriales y terapéuticos. A diferencia del THC, el CBD no produce adicción al no activar directamente las partes responsables de segregación de dopamina.

Además de utilizarse para extraer CBD, el cáñamo se usa como materia prima en la fabricación de fibras textiles, papel, bioplásticos, alimentos y cosméticos. A parte de su valor funcional, es una opción sostenible y beneficiosa para el planeta ya que la planta requiere menos agua que otros cultivos industriales como el algodón y no necesita pesticidas ni herbicidas agresivos, reduciendo significativamente el impacto ambiental.

Respecto a la relación con nuestro cuerpo, el CBD tiene la capacidad para interactuar con el sistema endocannabinoide, un sistema clave para mantener el equilibrio celular (homeostasis), convirtiéndolo en un recurso natural con enorme potencial para mejorar el bienestar general.

El sistema endocannabinoide (SEC) es una red de comunicación intercelular que abarca todo nuestro cuerpo. Su papel es mantener el equilibrio de muchas funciones esenciales como el sueño, el apetito, el estado de ánimo, respuesta al dolor, etc.

Desde el siglo pasado se ha descubierto que las células poseían receptores celulares específicos para el THC y el CBD. Estos receptores, llamados CB1 y CB2, regulan diferentes procesos en el cuerpo actuando como “puertas” de la célula. El receptor CB1 se encuentra principalmente en el cerebro y el sistema nervioso central, mayoritariamente en zonas responsables en la toma de decisiones, control emocional, memoria y aprendizaje. Por otro lado, el CB2 se encuentra en las células del sistema inmunológico y tejidos periféricos, siendo crucial en la respuesta inflamatoria y el sistema inmune.

Al principio no tenía mucho sentido que interactuaran solo con cannabinoides de una planta. La respuesta no tardó en llegar, producimos nuestros propios cannabinoides: la anandamida y el 2-AG. Los cannabinoides o “llaves” naturales garantizan que las células se comunican correctamente y mantengan el equilibrio. Este sistema mantiene la homeostasis, activándose solo cuando el cuerpo lo necesita. Si hay estrés, inflamación o dolor, trabajan para aliviarlo. Cuando el cortisol se mantiene de forma prolongada en nuestro cuerpo, se provoca una degradación de la anandamida excesivamente rápida, provocando la desensibilización de los receptores.

El CBD interactúa con el sistema endocannabinoide de manera indirecta. No activa directamente los receptores CB1 y CB2, sino que actúa como modulador alostérico. Esto significa que ajusta la sensibilidad de los receptores, equilibrando su activación y potenciando su capacidad de regular procesos esenciales como aliviar el dolor, reducir la ansiedad o controlar la inflamación. Tambien influye en las enzimas responsables de degradar la anandamida, devolviéndolo a su correcto funcionamiento y prolongando los efectos positivos en el equilibrio celular.

No, el CBD no es adictivo. A diferencia del THC, el CBD no activa directamente los receptores del sistema endocannabinoide responsables de la segregación de dopamina, que es el neurotransmisor responsable de las adicciones. Su mecanismo de acción consiste en modular la actividad de los receptores del sistema endocannabinoide, ayudando a equilibrar funciones como la respuesta al estrés, dolor e inflamación sin generar dependencia.

Además, su uso terapéutico ha sido respaldado por estudios que muestran que no causa tolerancia ni síntomas de abstinencia.

En nuestra sociedad, la percepción sobre los efectos secundarios de los fármacos ha generado una relación de desconfianza con muchas sustancias, incluso aquellas que pueden aportar beneficios a la salud. Sin embargo, los efectos secundarios no siempre son señales de peligro, sino manifestaciones del impacto que una sustancia tiene en nuestro organismo.

Uno de los aspectos más relevantes del CBD es su capacidad de influir en el metabolismo de algunos medicamentos. Al afectar la acción de la enzima hepática CYP450, puede alterar la forma en que el cuerpo procesa fármacos como anticoagulantes, antidepresivos o antiepilépticos, lo que en ciertos casos podría aumentar o reducir su eficacia. Este efecto no significa que el CBD sea peligroso en sí mismo, sino que, como ocurre con muchos otros compuestos, es necesario ajustar las dosis en función de cada individuo.
Otro aspecto a considerar es su impacto en la presión arterial. Aunque el CBD no es un fármaco antihipertensivo, en algunas personas puede generar una leve disminución de la presión. Este efecto suele ser transitorio y no representa un problema para la mayoría de los consumidores, pero es recomendable evitar su uso en situaciones que requieran una respuesta rápida, como la conducción. En una analogía, es como si alguien se toma un café y luego se va a dormir, depende del cuerpo.

A nivel digestivo, algunas personas pueden experimentar molestias estomacales, especialmente con dosis altas. Sin embargo, estos efectos suelen ser pasajeros y dependen de factores como la sensibilidad individual o la forma en que se administra el CBD.

Sus efectos secundarios son generalmente leves, manejables y su perfil de seguridad es mucho más favorable que el de muchos medicamentos convencionales. No se trata de evitar el CBD por miedo a posibles reacciones, sino de usarlo con conocimiento. Como con cualquier sustancia, la clave está en el equilibrio y en tomar decisiones basadas en información real.

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